Tu teléfono -hoy desconectado-
era el despertador de mi alegría,
del sueño en que te sueño cada día
del que nunca hasta hoy he despertado.
Cada mañana espero, confiado
el milagro de tu piedad tardía:
que tu amor me despierte -todavía-
de este amor que me tiene adormilado.
Marca bien las seis cifras del deseo
que cuando hablo contigo hasta creo
que tú mueves los hilos de mi suerte.
Y yo seguiré aquí, desesperando
que alguna vez, un día, no sé cuando
suene tu corazón y me despierte.
Raimundo Escribano
jueves, junio 29, 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario