jueves, mayo 18, 2006

El recuerdo

De aquel poeta joven que se murió de frío
cuando la Primavera preludiaba el Verano
yo conservo el recuerdo que me diera su mano
una tarde paseando por la orilla del río.

Es un jazmín, me acuerdo que lo robara impío
sangrándose las manos en alambre tirano
y me lo dio después con un gesto de hermano
cariñoso y sereno para el cabello mío.

No nos amamos nunca. Él se fue a los países
de donde no se vuelve. Murieron los matices
de la flor que conservo amarilla y rugosa.

¡Pero suelo besar esa flor marchitada
con toda la tristeza que leí en su mirada
el día que iniciara la marcha tenebrosa!...

Alfonsina Storni

Voz de mí

No sé como mirar para encontrarte,
horizonte de amor en que me excito,
distancia sin medida donde habito
para matar las ansias de tocarte.

No sé como gritar para llamarte
en medio de mis siglos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.

Mirar sin que te alcance la mirada
sangrar sin la presencia de una herida,
llamarte sin oírme la llamada;

y atado al corazón que no te olvida,
ser un muerto que tiene por morada
un cuerpo que no vive sin tu vida.

Elias Candino

Mejora mía:

No sé como mirar para encontrarte,
horizonte de amor en que me excito,
distancia sin medida donde habito
para matar las ansias de tocarte.

No sé como gritar para llamarte
en medio de mis siglos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.

Mirar sin que te alcance la mirada
sangrar sin la presencia de una herida,
llamarte sin oírme la llamada;

encontrar la esperanza ya perdida
dentro de la mujer enamorada
de un muerto que no vive sin tu vida.

Arriaz!

Soneto XIII

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

Garcilaso de la Vega

Introducción

Nadie escuche mi voz y triste acento,
de suspiros y lágrimas mezclado,
si no es que tenga el pecho lastimado
de dolor semejante al que yo siento.

Que no pretendo ejemplo ni escarmiento
que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído y no aliviado
de un firme amor el justo sentimiento.

Juntóse con el cielo a perseguirme
la que tuvo mi vida en opiniones
y de mí mismo a mí como en destierro.

Quisieron persuadirme las razones
hasta que en el propósito más firme
fue disculpa del yerro el mismo hierro.

Conde de Villamediana

Una canción

Una canción redime al condenado,
sin padrinos, sponsors, club de fanes,
para los trenes, desenfada el fado,
matusalenes torna en piterpanes.

Con tres acordes menos uno basta
para plantar un árbol que germine,
luego puede venir, o no, la pasta,
Johnny Cash no contaba con el cine.

Atención a la flecha que deshiere,
que acecha el corazón de quien no quiere
dejarse malquerer talón mediante.

Una canción es otra despedida,
un rayo en la sonata de la vida,
un gallo en la garganta del cantante.

Joaquín Sabina

Puntos suspensivos

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoquera los archivos.

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…

Joaquín Sabina

Indecisión

In quietarse, temer, no resolverse;
hallada la ocasión, no aprovecharse;
retorceder medroso y espantarse
de aquello que desea poseerse.

Al mirar la ilusión desvanecerse,
en febriles deseos abrasarse,
cobrar de nuevo aliento y arriesgarse
y en medio del camino detenerse.

El esfuerzo de ayer, ver hoy desecho,
y gemir contemplando aprisionada
la firme voluntad en lazo estrecho.

Contradicción fatal nunca explicada;
arder el corazón dentro del pecho
y en los labios la voz quedarse helada.

T.Senderos

¿Título?

¿Estoy despierto? Dime. Tú que sabes
como hiere la luz, cómo la vida
se abre bajo la rosa estremecida
de la mano de Dios y con qué llaves,

dime si estoy despierto, si las aves
que ahora pasan son cifra de tu huida,
si aún en mi corazón, isla perdida,
hay un lugar para acercar tus naves.

Ángel mío, tesón de la cadena,
tibia huella de Dios, reciente arena
donde mi cuerpo de hombre se asegura,

dime si estoy soñando cuanto veo,
si es la muerte la espalda del deseo,
si es en ti donde empieza la hermosura.

José García Nieto.

¿Título?

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera estoy seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.

Miguel Hernández.

¿Título?

Arder en viva llama, helarme luego,
mezclar fúnebre queja y dulce canto,
equivocar la risa con el llanto,
no saber distinguir nieve ni fuego.

Confianza y temor, ansia y sosiego,
aliento del espíritu y quebranto,
efecto natural, fuerza de encanto,
ver que estoy viendo y contemplarme ciego;

la razón libre, preso el albedrío,
querer y no querer a cualquier hora,
poquísimo valor y mucho brío;

contrariedad que el alma sabe e ignora,
es, Marsia soberana, amor mío,
¿Preguntáis quién lo causa? Vos, Señora.

Eugenio Gerardo Lobo.

El poeta dice la verdad

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llante y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiere me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

Federico García Lorca.