domingo, julio 02, 2006

Ocaso

Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.

Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,

para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar y no pensar en nada!...

Manuel Machado

El rayo que no cesa (12)

Una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.

Miguel Hernández

jueves, junio 29, 2006

La próxima semana

Si no te llamo, amor, si no pudiera
llamarte hoy, mañana u otro día,
si por cualquier motivo todavía
a telefonear no me atreviera...

Si no te llamo no es porque no quiera
hablar contigo ¡eso faltaría!
es que ya sabes que me dolería
si a mi llamada nadie respondiera.

Por eso estoy aquí. Sigo esperando
junto al móvil por si algún día (¿cuándo?)
me llegara tu voz hoy tan lejana.

Pero aunque no me llames, te prometo
que desde un móvil o desde un soneto
te llamaré la próxima semana.

Raimundo Escribano

Sonetos desde un móvil (VII): Domingo

Hoy es domingo ¡viva la alegría
y caiga el desamor en el olvido!
Hoy, del resto del tiempo me despido.
Hoy tengo, para amarte, todo el día.

Desde temprano, amor, te llamaría
por preguntarte cosas sin sentido:
que cómo estás o qué tal has dormido
(y también, si me quieres todavía).

Pero es tarde ya para llamarte,
para quedar contigo, para amarte
con este amor sin hilos que he inventado...

Y si te llamo y nadie me responde
Dónde podré llamarte luego? ¿dónde?
¿Dónde estarás, amor, inencontrado?

Raimundo Escribano

Sonetos desde un móvil (VI): Sábado (buzón de voz)

Para ganarle al tiempo la partida
hay que sembrar palabras en el viento
y luego hay que olvidar, por un momento,
la soledad que envuelve nuestra vida.

En tu Buzón de Voz tiene cabida
la risa, la esperanza, el sufrimiento
y la nostalgia y el desistimiento
para que el alma encuentre una salida.

Hoy no sé qué decirte. Hoy ando escaso
de palabras. Hoy tengo el alma al raso,
desnudo el corazón incandescente...

Hoy, sábado, te quiero en verso y prosa
y en tu buzón de voz dejo una rosa
y un mensaje de amor, viejo y doliente.

Raimundo Escribano

Sonetos desde un móvil (V): Viernes

Ya el viernes casi ha finalizado.
Si un sábado -de gloria- no esperara
no te habría llamado, amor, para
que no se cruce el hoy con el pasado.

Cada hora del viernes la he pagado
con lágrimas -la ausencia cuesta cara-
Un día más o menos. Y no para
el reloj su tica tac acompasado.

¿Estás ahí? ¿me escuchas? ¿o te has ido?
Oigo tu respirar... Me ha parecido
oír un clic, como si un alma rota...

Como si el corazón no respondiera
a mi llamada. O que no quisiera
el corazón hablar de su derrota.

Raimundo Escribano

Sonetos desde un móvil (IV): Jueves

Tu teléfono -hoy desconectado-
era el despertador de mi alegría,
del sueño en que te sueño cada día
del que nunca hasta hoy he despertado.

Cada mañana espero, confiado
el milagro de tu piedad tardía:
que tu amor me despierte -todavía-
de este amor que me tiene adormilado.

Marca bien las seis cifras del deseo
que cuando hablo contigo hasta creo
que tú mueves los hilos de mi suerte.

Y yo seguiré aquí, desesperando
que alguna vez, un día, no sé cuando
suene tu corazón y me despierte.

Raimundo Escribano

Sonetos desde un móvil (III): Miércoles

Miércoles ya. Mediada la semana
he pensado decirte que te quiero
(te quiero más que ayer, mucho más, pero
seguramente menos que mañana).

Activo el móvil y es una campana
de gozos en mi mano. Marco. Espero
mas no escucho tu voz. Me desespero
y lo vuelvo a su funda, con desgana.

Cada vez que llamé (¿cuántas con ésta?)
recibí tu silencio por respuesta.
Tú nunca estás donde mi amor te augura.

No sé qué fuerza extraña, que imprevisto
viento te enmudeció. Y ya no existo.
Tu corazón está sin cobertura.

Raimundo Escribano

Sonetos desde un móvil (II): Martes

Quedamos en que tú me llamarías
o ¿fui yo quien quedó en llamarte luego?
¿Quién de los dos abrió este extraño juego
que nos roba las horas y los días?

"Llámame cuando quieras" -me decías-
y tu voz, devolviéndome el sosiego
despertaba, también, al amor ciego
que acaso sin saberlo, me tenías.

Pero una y mil veces te he llamado:
Al móvil, a tu casa... hasta he pensado
llamarte al corazón directamente...

No sé nada de ti. Llamé y no estabas;
o tal vez era que comunicabas
y no escuchaste mi llamada urgente.

Raimundo Escribano

Sonetos desde un móvil (I): Lunes

Buenos días, amor, aquí me tienes
otro día esperando tu llamada
ya tan lejos de ti, pensando en nada
y con tu amor doliéndome en las sienes.

Nunca sé dónde estás, si vas o vienes
pero llevo tu vida retratada,
cada paso que das, si te detienes...

Hoy es lunes. Aún faltan siete días
para volverte a ver. Ayer decías:
"Mañana nos telefonearemos".

Y aquí me encuentro, desde bien temprano,
el móvil al alcance de la mano
recordándote, echándote de menos.

Raimundo Escribano

La tierra

Me la conozco bien. He recorrido
sus pueblos, sus caminos polvorientos,
me aprendí sus cielos y sus vientos,
y su acento cansado y dolorido.

Me la sé de memoria. La he vivido
y amado hasta la hiel de los alientos;
he visto estremecerse sus cimientos
y de su corazón soy un latido.

Me he bebido La Mancha con los ojos
y he quemado el amor en sus rastrojos
urente el alma, la mirada ardida.

Las viñas, los olivos, los candeales
fueron siempre las mismas claras señales
que guiaron los pasos de mi vida.

Raimundo Escribano

La visita

Perdida la esperanza ya no queda
otro caudal que la melancolía
y pues hay que morirse cualquier día
es urgente amar mientras se pueda.

Hay que guardar la última moneda
para comprar un resto de alegría
si fuera tiempo aún, si todavía
estuviera el amor en almoneda.

Y luego del amor sólo nos cabe
hacernos a la mar; quemar la nave
del corazón, volver al viejo río

y esperar que la muerte nos visite
y en nuestro labio un día deposite
su beso de granito, duro y frío.

Raimundo Escribano

De soledad

La soledad, a veces, no es tan mala.
Hay días en que la necesitamos.
Son esos días en los que notamos
herido el corazón, tocado de ala.

Y ese dulce escozor de que hace gala
que nos ahoga si lo respiramos
es el bálsamo que necesitamos.
La soledad a todos nos iguala.

Amo la soledad y cada día
vive conmigo, me hace compañía
aunque, a veces, se muestra respondona.

La soledad no es siempre un trago amargo.
En ocasiones, hasta se hace cargo
de nuestra soledad. Y nos perdona.

Raimundo Escribano

Detrás del espejo

Regresarás a ti, cansado y viejo
con olvidos y nieblas en la frente.
Te verás a ti mismo nuevamente
con la última luz en el espejo.

Pero estará borroso ya el reflejo
de tu vida de ayer. Seguramente
creerás que no eres tú, que es otra gente
ese en el que te ves raro y perplejo.

Preguntarás quién es ese que miras
confundirás verdades y mentiras
y olvidarás tu nombre. Ni siquiera

te quedará el consuelo de saberte
abocado a los brazos de la muerte
que detrás del espejo nos espera.

Raimundo Escribano

Tríptico de la edad cumplida (II)

Con el tiempo se olvida hasta el olvido.
Todo se olvida con el tiempo. Pasa
su esponja el tiempo y hace tabla rasa
de cuanto frente el tiempo hemos vivido.

Tanto miedo a perder lo ya perdido.
Tanto miedo a soñar por si fracasa
nuestra esperanza; por si el tiempo arrasa
lo que ya el tiempo había fenecido.

Vamos sobreviviendo a duras penas
mientras la luz recorre nuestras venas
pero el tiempo nos gana la partida.

Y todo acaba en él, todo se esfuma
y hasta el amor se pierde entre la bruma
del tiempo que se lleva nuestra vida.

Raimundo Escribano

Simplicidad

Es tan humano este dolor que siento.
Esta raíz sin tallo florecido.
Este recuerdo anclado al pensamiento
y por toda la sangre repetido,

que ya ni me fatiga el vencimiento
ni me sangra el orgullo escarnecido,
mi corazón se acostumbró al tormento
de perder la mitad de su latido.

Ya mi rencor no exige la venganza,
aprendí a perdonar toda esperanza
como un bello pecado original.

Llevo en las manos tantas despedidas,
y en lo que fue el amor tantas heridas,
que me he tornado un hombre elemental.

Jorge Robledo Ortiz

miércoles, junio 28, 2006

Qué imagen de la muerte rigurosa...

¿Qué imagen de la muerte rigurosa,
qué sombra del infierno me maltrata?
¿Qué tirano cruel me sigue y mata
con vengativa mano licenciosa?

¿Qué fantasma, en la noche temerosa,
el corazón del sueño me desata?
¿Quién te venga de mí, divina ingrata,
más por mi mal que por tu bien hermosa?

¿Quién, cuando, con dudoso pie y incierto,
piso la soledad de aquesta arena,
me puebla de cuidados el desierto?

¿Quién el antiguo son de mi cadena
a mis orejas vuelve, si es tan cierto,
que aun no te acuerdas tú de darme pena?

Francisco de Quevedo

De cierta dama que a un balcón estaba...

De cierta dama que a un balcón estaba
pudo la media y zapatillo estrecho
poner el lacio espárrago a provecho
de un tosco labrador que la acechaba.

Y ella, cuando advirtió que la miraba,
la causa preguntó del tal acecho;
el labrador la descubrió su pecho,
diciendo lo que vía y contemplaba.

Mas ella, con alzar el sobrecejo,
le dijo con melindre: -«Aquesto, hermano,
no es más de ver y desear la fruta».

El labrador, sacando el aparejo,
le respondió, tomándolo en la mano:
-«¡Pues ver y desear, señora puta!».

Francisco de Quevedo

Estaba una fregona por enero...

Estaba una fregona por enero
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños, con tal aire y brío,
que mil necios traía al retortero.

Un cierto Conde, alegre y placentero,
le preguntó con gracia: «¿Tenéis frío?»
respondió la fregona: «Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero.»

El Conde, que era astuto, y supo dónde,
le dijo, haciendo rueda como pavo,
que le encendiese un cirio que traía.

Y dijo entonces la fregona al Conde,
alzándose las faldas hasta el rabo:
«Pues sople este tizón vueseñoría.»

Francisco de Quevedo

Definición de amor

¿Rogarla? ¿Desdeñarme? ¿Amarla
¿Seguirla? ¿Defenderse? ¿Asirla? ¿Airarse?
¿Querer y no querer? ¿Dejar tocarse
ya persuasiones mil mostrarse firme?

¿Tenerla bien? ¿Probar a desasirse?
¿Luchar entre sus brazos y enojarse?
¿Besarla a su pesar y ella agraviarse?
¿Probar, y no poder, a despedirme?

¿Decirme agravios? ¿Reprenderme el gusto?
¿Y en fin, a beaterías de mi prisa,
dejar el ceño? ¿No mostrar disgusto?

¿Consentir que la aparte la camisa?
¿Hallarlo limpio y encajarlo justo?
Esto es amor y lo demás es risa.

Francisco de Quevedo

Quejarse en las penas de amor debe ser permitido y no profana el secreto

Arder sin voz de estrépito doliente
no puede el tronco duro inanimado;
el roble se lamenta, y, abrasado,
el pino gime al fuego, que no siente.

¿Y ordenas, Floris, que en tu llama ardiente
quede en muda ceniza desatado
mi corazón sensible y animado,
víctima de tus aras obediente?

Concédame tu fuego lo que al pino
y al roble les concede voraz llama:
piedad cabe en incendio que es divino.

Del volcán que en mis venas se derrama,
diga su ardor el llanto que fulmino;
mas no le sepa de mi voz la Fama.

Francisco de Quevedo

Llanto, presunción, culto y tristeza amorosa

Esforzaron mis ojos la corriente
de este, si fértil, apacible río;
y cantando frené su curso y brío:
¡tanto puede el dolor en un ausente!

Miréme incendio en esta clara fuente
antes que la prendiese yelo frío,
y vi que no es tan fiero el rostro mío
que manche, ardiendo, el oro de tu frente.

Cubrió nube de incienso tus altares,
coronélos de espigas en manojos,
sequé, crecí con llanto y fuego a Henares.

Hoy me fuerzan mi pena y tus enojos
(tal es por ti mi llanto) a ver dos mares
en un arroyo, viendo mis dos ojos.

Francisco de Quevedo

Comunicación de amor invisible por los ojos

Si mis párpados, Lisi, labios fueran,
besos fueran los rayos visüales
de mis ojos, que al sol miran caudales
águilas, y besaran más que vieran.

Tus bellezas, hidrópicos, bebieran,
y cristales, sedientos de cristales;
de luces y de incendios celestiales,
alimentando su morir, vivieran.

De invisible comercio mantenidos,
y desnudos de cuerpo, los favores,
gozaran mis potencias y sentidos;

mudos se requebraran los ardores;
pudieran, apartados, verse unidos,
y en público, secretos, los amores.

Francisco de Quevedo

Retrato no vulgar de Lisi

Crespas hebras, sin ley desenlazadas,
en un tiempo tuvo entre las manos Midas;
en nieve estrellas negras encendidas,
y cortésmente en paz de ella guardadas. ~

Rosas a abril y mayo anticipadas,
de la injuria del tiempo defendidas;
auroras en la risa amanecidas,
con avaricia del clavel guardadas.

Vivos planetas de animado cielo,
por quien a ser monarca Lisi aspira
de libertades, que en sus luces ata.

Esfera es racional, que ilustra el suelo,
en donde reina el Amor cuanto ella mira,
y en donde vive Amor cuanto ella mata.

Francisco de Quevedo

A Flori, que tenía unos claveles entre el cabello rubio

Al oro de tu frente unos claveles
veo matizar, cruentos, con heridas;
ellos mueren de amor, y a nuestras vidas
sus amenazas les avisan fieles.

Rúbricas son piadosas y crueles,
joyas facinorosas y advertidas,
pues publicando muertes florecidas,
ensangrientan al sol rizos doseles.

Mas con tus labios quedan vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)
y pálidos después, de temerosos.

Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.

Francisco de Quevedo

Amante agradecio a las lisonjas mentirosas de un sueño

¡Ay, Floralba! Soñé que te... ¿Dirélo?
Sí, pues que sueño fue: que te gozaba.
¿Y quién, sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?

Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,
cual suele opuestas flechas de su aljaba,
mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,
como mi adoración en su desvelo.

Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte,
que nunca duerma yo, si estoy despierto,
y que si duermo, que jamás despierte.»

Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto.

Francisco de Quevedo

Soneto amoroso

Si dios eres, Amor, ¿cuál es tu cielo?
Si señor, ¿de qué renta y de qué estados?
¿Adónde están tus siervos y criados?
¿Dónde tienes tu asiento en este suelo?

Si te disfraza nuestro mortal velo,
¿cuáles son tus desiertos y apartados?
Si rico, ¿do tus bienes vinculados?
¿Cómo te veo desnudo al sol y al yelo?

¿Sabes qué me parece, Amor, de aquesto?
Que el pintarte con alas y vendado,
es que de ti el pintor y el mundo juega.

Y yo también, pues sólo el rostro honesto
de mi Lisis así te ha acobardado,
que pareces, Amor, gallina ciega.

Francisco de Quevedo

Mil veces callo que romper deseo...

Mil veces callo que romper deseo
el cielo a gritos, y otras tantas tiento
dar a mi lengua voz y movimiento,
que en silencio mortal yacer la veo;

anda cual velocísimo correo
por dentro al alma el suelto pensamiento
con alto y de dolor lloroso acento,
casi en sombra de muerte un nuevo Orfeo.

No halla la memoria o la esperanza
rastro de imagen dulce y deleitable
con que la voluntad viva segura:

cuanto en mí hallo es maldición que alcanza,
muerte que tarda, llanto inconsolable,
desdén del Cielo, error de la ventura.

Francisco de Quevedo

Miré los muros de la patria mía

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco de Quevedo

Reprende a una adúltera la circunstancia de su pecado

Sola en ti, Lesbia, vemos ha perdido
El adulterio la vergüenza al Cielo,
Pues licenciosa, libre, y tan sin velo
Ofendes la paciencia del sufrido.

Por Dios, por ti, por mí, por tu marido,
No sirvas a su ausencia de libelo;
Cierra la puerta, vive con recelo,
Que el pecado se precia de escondido.

No digo yo que dejes tus amigos,
Mas digo que no es bien estén notados
De los pocos que son tus enemigos.

Mira que tus vecinos, afrentados,
Dicen que te deleitan los testigos
De tus pecados más que tus pecados.

Francisco de Quevedo

Rendimiento del amante desterrado

Éstas son y serán ya las postreras
lágrimas que, con fuerza de voz viva,
perderé en esta fuente fugitiva,
que las lleva a la sed de tantas fieras.

¡Dichoso yo que, en playas extranjeras,
siendo alimento a pena tan esquiva,
halle muerte piadosa, que derriba
tanto vano edificio de quimeras!

Espíritu desnudo, puro amante,
sobre el sol arderé, y el cuerpo frío
se acordará de Amor en polvo y tierra.

Yo me seré epitafio al caminante,
pues le dirá, sin vida, el rostro mío:
"Ya fue gloria de Amor hacerme guerra."

Francisco de Quevedo

¡Ah de la vida! ... ¿Nadie me responde?

¡Ah de la vida! ... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto;
soy un fue, y un será y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Francisco de Quevedo

Contraposiciones y tormentos de su amor

Osar, temer, amar y aborrecerse,
alegre con la gloria, atormentarse;
de olvidar los trabajos olvidarse,
entre llamas arder sin encenderse;

con soledad entre las gentes verse
y de la soledad acompañarse;
morir continuamente, no acabarse,
perderse por hallar con qué perderse;

ser Fúcar de esperanzas sin ventura,
gastar todo el caudal en sufrimiento,
con cera conquistar la piedra dura,

son efectos de amor en mis tormentos;
nadie le llame dios, que es gran locura,
que más son de verdugo sus tormentos.

Francisco de Quevedo

Dice que el sol templa la nieve

Miro este monte que envejece enero,
y cana miro caducar con nieve
su cumbre, que aterido, oscuro y breve,
la mira el sol, que la pintó primero.

Veo que en muchas partes, lisonjero,
o regal sus hielos o los bebe;
que agradecido a su piedad se mueve
el músico cristal, libre y parlero.

Mas en los Alpes de tu pecho airado
no miro que tus ojos a los míos
regalen, siendo fuego, el hielo amado.

Mi propia llama multiplica fríos
y en mis cenizas mesmas ardo helado,
invidiando la dicha de estos ríos.

Francisco de Quevedo

A aminta, que teniendo un clavel en la boca...

Bastábale al clavel verse vencido
del labio en que se vio, cuando esforzado
con su propia vergüenza, lo encarnado
a tu rubí se vio más parecido,

sin que en tu boca hermosa dividido
fuese de blancas perlas granizado,
pues tu enojo, con él equivocado,
el labio por clavel dejó mordido;

si no cuidado de la sangre fuese,
para que, presumir a tiria grana,
de tu púrpura líquida aprendiese.

Sangre vertió tu boca soberana
porque roja victoria amaneciese
llanto al clavel y risa a la mañana.

Francisco de Quevedo

Las gracias de la que adora

Esa color de rosa y de azucena
y ese mirar sabroso, dulce, honesto,
y ese hermoso cuello, blanco, inhiesto,
y boca de rubíes y perlas llena;

la mano alabastrina que encadena
al que más contra Amor está dispuesto,
y el más libre y tirano presupuesto
destierra de las almas y enajena.

Era rica y hermosa primavera,
cuyas flores de gracias y hermosura
ofendellas no puede el tiempo airado;

son ocasión que viva yo y que muera,
y son de mi descanso y mi ventura
principio y fin, y alivio del cuidado.

Francisco de Quevedo

Quéjase de los esquivo de su dama

El amor conyugal de su marido
su presencia en el pecho le revela;
teje de día en la curiosa tela
lo mismo que de noche ha destejido.

Danle combates interés y olvido,
y de fe y esperanza se abroquela,
hasta que dando el viento en popa y vela,
le restituye el mar a su marido.

Ulises llega, goza su querida,
que por gozarla un día dio veinte años
a la misma esperanza de un difunto.

Mas yo sé de una fiera embravecida
que veinte mil tejiera por mis daños,
y al fin mis daños son no verme un punto.

Francisco de Quevedo

A una nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado

Érase un espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egipto;
las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.

Francisco de Quevedo

A una adúltera

Sólo en ti, Lesbia, vemos que ha perdido
el adulterio la vergüenza al cielo,
pues que tan claramente y tan sin velo
has los hidalgos huesos ofendido.

Por Dios, por ti, por mí, por tu marido,
que no sepa tu infamia todo el suelo:
cierra la puerta, vive con recelo,
que el pecado nació para escondido.

No digo yo que dejes tus amigos,
mas digo que no es bien que sean notados
de los pocos que son tus enemigos.

Mira que tus vecinos afrentados,
dicen que te deleitan los testigos
de tus pecados más que tus pecados.

Francisco de Quevedo

Preso en los laberintos del amor...

Tras arder siempre, nunca consumirse,
y tras siempre llorar, nunca acosarme;
tras tanto caminar, nunca cansarme,
y tras siempre vivir, jamás morirme;

después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penas, no alegrarme,
y tras tanto dolor, nunca reírme;

en tantos laberintos, no perderme,
ni haber tras tanto olvido recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?

Antes muerto estaré que escarmentado;
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.

Francisco de Quevedo

Fue sueño ayer, mañana será tierra...

Fue sueño ayer, mañana será tierra.
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento.

Francisco de Quevedo

Exhorta a los que amaren

Cargado voy de mí; veo delante
muerte que me amenaza la jornada;
ir porfiando por la senda errada,
más de necio será que de constante.

Si por su mal me sigue ciego amante,
que nunca es sola suerte desdichada,
¡ay!, vuelva en sí, y atrás; no dé pisada
donde la dio tan ciego caminante.

Ved cuán errado mi camino ha sido;
cuán sólo y triste, y cuán desordenado,
que nunca así le anduvo pie perdido;

pues por no desandar lo caminado,
viendo delante y cerca fin temido,
con pasos que otros huyen, le he buscado.

Francisco de Quevedo

Amor impreso en el alma

Si hija de mi amor mi muerte fuese,
¡qué parto tan dichoso que sería
el de mi amor contra la vida mía!
¡Qué gloria que el morir de amar naciese!

Llevara yo en el alma, adonde fuese,
el fuego en que me abraso, y guardaría
su llama fiel con la ceniza fría,
en el mismo sepulcro en que muriese.

De esotra parte de la muerte dura,
vivirán en mi sombra mis cuidados,
y más allá del Lethe mi memoria.

Triunfará del olvido tu hermosura;
mi pura fe y ardiente, de los hados,
y el no ser por amar, será mi gloria...

Francisco de Quevedo

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán cenizas, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo

Ya besando unas manos cristalinas...

Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas;

ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,

estaba, oh claro Sol invidïoso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria y acabó mi suerte.

Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos más enojos,
rayo, como a tu hijo, te den muerte.

Luis de Góngora y Argote

Suspiros tristes, lágrimas cansadas...

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas a Alcides consagradas;

mal del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me le deja enjuto,

porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.

Luis de Góngora y Argote

Mientras por competir con tu cabello...

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lirio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora y Argote

Los celos

¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!

¡Oh, entre el néctar de Amor mortal veneno,
que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh, espada sobre mí de un pelo asida,
de la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
vuélvete al lugar triste donde estabas,
o al reino (si allá cabes) del espanto;

mas no cabrás allá, que pues ha tanto
que comes de ti mesmo y no te acabas,
mayor debes de ser que el mismo infierno.

Luis de Góngora y Argote

Ilustre y hermosísima María....

Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada Aurora,
Febo en tus ojos y en tu frente el día,

y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora
que la Arabia en sus venas atesora
y el rico Tajo en sus arenas cría;

antes que, de la edad Febo eclipsado
y el claro día vuelto en noche obscura,
huya la Aurora del mortal nublado;

antes que lo que hoy es rubio tesoro
venza a la blanca nieve su blancura:
goza, goza el color, la luz, el oro.

Luis de Góngora y Argote

La dulce boca que a gustar convida...

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas, que la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;

¡manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno!

Luis de Góngora y Argote

Descaminado, enfermo, peregrino...

Descaminado, enfermo, peregrino,
en tenebrosa noche, con pie incierto
la confusión pisando del desierto,
voces en vano dio, pasos sin tino.

Repetido latir, si no vecino,
distinto, oyó de can siempre despierto,
y en pastoral albergue mal cubierto,
piedad halló, si no halló camino.

Salió el Sol, y entre armiños escondida,
soñolienta beldad con dulce saña
salteó al no bien sano pasajero.

Pagará el hospedaje con la vida;
más le valiera errar en la montaña
que morir de la suerte que yo muero

Luis de Góngora y Argote

De pura honestidad templo sagrado...

De pura honestidad templo sagrado,
cuyo bello cimiento y gentil muro
de blanco nácar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;

pequeña puerta de coral preciado,
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habéis para viriles usurpado;

soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro sol, en cuanto en torno gira,
ornan de luz, coronan de belleza;

ídolo bello, a quien humilde adoro,
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta y tus virtudes reza.

Luis de Góngora y Argote

De la brevedad engañosa de la vida

Menos solicitó veloz saeta
destinada señal, que mordió aguda;
agonal carro por la arena muda
no coronó con más silencio meta,

que presurosa corre, que secreta
a su fin nuestra edad. A quien lo duda,
fiera que sea de razón desnuda,
cada sol repetido es un cometa.

¿Confiésalo Cartago y tu lo ignoras?
Peligro corres, Licio, si porfías
en seguir sombras y abrazar engaños.

Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas, que limando están los días,
los días, que royendo están los años.

Luis de Góngora y Argote

De la ambición humana

Mariposa, no sólo no cobarde,
mas temeraria, fatalmente ciega,
lo que la llama el Fénix aún le niega.
quiere obstinada que a sus alas guarde:

pues en su daño arrepentida larde,
del esplendor solicitada, llega
a lo que luce, y ambiciosa entrega
su mal vestida pluma a lo que arde.

¡Yace gloriosa en la que dulcemente
huesa le ha prevenido abeja breve,
suma felicidad a yerro sumo!

No a mi ambición contrario tan luciente,
menos activo, si cuanto más leve,
cenizas la hará, si abrasa el humo.

Luis de Góngora y Argote

Al tramontar del sol, la ninfa mía...

Al tramontar del sol, la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.

Ondeábale el viento que corría
el oro fino con error galano,
cual verde hoja del álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;

mas luego que ciñó sus sienes bellas
dé los varios despojos de su falda
(término puesto al oro ya la nieve),

juraré que lució más su guirnalda
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.

Luis de Góngora y Argote

miércoles, junio 07, 2006

Mi corazón no puede con la carga

Mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.

Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón ya es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? Anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.

Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.

Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.

Miguel Hernández

Si todo lo que he sido...

Si todo lo que he sido queda en nada,
en un soplo de viento solamente,
seré ceniza eterna... la simiente
del olvido que muere en madrugada.

Si nadie me recuerda, y soy balada
en destino al silencio más ausente,
seré alma sin pasado, sin presente:
espejo donde quede reflejada.

Será mi verso el único testigo
de mi corto pasar por esta vida,
del sentimiento triste que yo cargo...

Pero si no lo escucha ni un amigo
en la tarde que llegue mi partida,
será mucho más duro y más amargo.

Diana Rodrigo

Ciencia exacta

Huérfana del recuerdo del poeta,
negador de la aurora que en ti anida,
que ignora que eres canto y fe de vida,
que eres del infinito la pirueta,

que eres reloj de sol y no veleta,
que eres estrella a la verdad prendida,
impulso vertical que nos convida
a medir el amor de alfa más beta.

Aunque el verso fugaz te desherede
la belleza en tu seno es un axioma,
una palpitación de lo enigmático

y el canto de un poeta nunca puede
descomponer la perfección que asoma
por tu limpio horizonte matemático.

Carmen Palomo

Ojalá...

Ojalá supiera aceptar mi vida,
ojalá muriera el dolor que siento,
ojaláabrasara tu fin mi aliento,
ojalá volviera la luz perdida.

Ojalá no hiriera tu hostil partida,
ojalá inhumara el mortal tormento
ojalá pudiera tornar mi acento
en olvido... para buscar salida.

Ojalá cambiara por fin mi suerte,
ojalá este odio que crece en mí
invencible en verso se hiciera fuerte.

Ojalá que el tiempo en que ame y viví
me salvara, porque creí que en ti
hallaría paz… y encontré la muerte.

Pandora(Issire & Arriaz)

miércoles, mayo 31, 2006

Mi corazón no sabe lo que espera

Mi corazón no sabe lo que espera,
pero yo sé que espera todavía...
igual que aquella noche que llovía
y te besé bajo la enredadera.

Tu amor se fue como si no se fuera...
pues algo tuyo vuelve cada día...
y me dejaste la melancolía
de doblar el pañuelo a tu manera.

Esta noche de viento y lluvia fría
quiero pensar que si tu amor volviera...
al dejar de llover, ya no se iría.

Y estoy aquí, bajo la enredadera...
y como aquella noche en que llovía
mi corazón no sabe lo que espera.

José Angel Buesa

Vámonos Corazón

Vámonos, corazón, hemos perdido,
ya nunca espigarán tus ilusiones.
Recoge tu esperanza y tus canciones
y partamos en busca del olvido.

Vámonos, corazón, ya tu latido
sólo podrá contar renunciaciones.
Guarda su nombre con tus oraciones
y si debes sangrar, sangra escondido.

Vámonos, corazón, tu fe no existe.
Al fin y al cabo tu naciste triste
y triste en cualquier puerto morirás.

Vámonos, corazón, ya no la esperes.
Bendice su recuerdo si así quieres,
pero marchemos sin mirar atrás.

Jorge Robledo Ortiz

domingo, mayo 28, 2006

Tú puedes

Aunque una y otra vez hayas errado,
también erraron cuantos han vencido;
cuanto más duro el golpe recibido
más honda la lección que habrá dejado.

Tú puedes rescatar, tu sueño hundido
como al bello tesoro más preciado,
así como del barro y sepultado
vuelve el loto a elevarse florecido.

Si el rumbo que una vez has elegido
palpita como un fuego esperanzado,
no dejes que se apague en el olvido.

Luchar, ya es medio triunfo conquistado,
que no importan las veces que has caído,
si después de caer te has levantado.

E.J.Malinowski

Ahora

Ahora es el momento de hacer lo que más quieres.
No esperes al lunes, ni esperes a mañana.
Que no aumente en ti la caravana
de sueños pisoteados. Ya no esperes.

No reprimas por miedo o cobardía.
No postergues la vida con más murte,
y no esperes nada más de la suerte
que no hay más que tu tesón y tu energía.

Si tu sueño es hermoso dale forma
como esculpe el arroyo la ribera;
como el viento que vive y se transforma.

Y para que todo resulte a tu manera,
redacta para ti mismo tu norma
y convierte tu otoño en primavera.

E.J.Malinowski

viernes, mayo 26, 2006

Hombre

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!

Blas de Otero

Umbrío por la pena

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!

Miguel Hernández

miércoles, mayo 24, 2006

Qué lejos queda el mar

Qué lejos queda el mar cuando se busca
la fresca espuma blanca de sus olas,
la sal, y sus constantes caracolas,
la viva claridad de su agua brusca.

Qué lejos su canción de lengua etrusca,
saltando entre las tímidas corolas
del mar sobre la orilla, y las cabriolas
de un sol que en su esplendor la plata ofusca.

Qué cerca están las aguas tenebrosas,
y el gélido suspiro de la luna
que en medio de la noche me señala.

Deambulo entre sus vísperas rocosas
y no suena del mar canción alguna.
La muerte está esperándome en la cala.

Diego Jerez

Llueve...

Llueve tras los cristales de esta casa...
letanía de gotas y la ausencia
borran cualquier designio de tu esencia...
cualquier segundo torpe que no pasa.

Llueve, y es una lluvia que traspasa
mi tibio corazón y su paciencia,
golpe a golpe la música silencia
y el reloj de pared que se retrasa.

Llueve, y no hay consuelo para el cielo,
ni para el alma mía que lamenta
el haberte encontrado en mi camino.

Pero ahora me marcho en la tormenta
con la lluvia en los ojos y en el pelo,
buscando para siempre otro destino.

Issire(Diana Rodrigo)

¿Empeñé tu memoria?

¿Empeñé tu memoria? ¡Cuántas vecesI
La vida baja como un ancho río,
y cuando lleva al mar alto navío
va con cieno verdoso y turbias heces.

Y más si hubo tormenta en sus orillas,
y él arrastra el botín de la tormenta,
si en su cielo la nube cenicienta
se incendió de centellas amarillas.

Pero aunque fluya hacia la mar ignota,
es la vida también agua de fuente
que de claro venero, gota a gota,

o ruidoso penacho de torrente,
bajo el azul, sobre la piedra brota.
y allí suena tu nombre ¡eternamente!

Antonio Machado

Al gran cero (del apócrifo Abel Martín)

Cuando el Ser que se es hizo la nada
y reposó, que bien lo merecía,
ya tuvo el día noche, y compañía
tuvo el hombre en la ausencia de la amada.

Fiat umbral Brotó el pensar humano.
y el huevo universal alzó, vacío,
ya sin color, desubstanciado y frío,
lleno de niebla ingrávida, en su mano.

Toma el cero integral, la hueca esfera,
que has de mirar, si lo has de ver, erguido.
Hoy que es espalda el lomo de tu fiera,

y es el milagro del no ser cumplido,
brinda, poeta, un canto de frontera
a la muerte, al silencio y al olvido.

Antonio Machado

Rosa de fuego

Tejidos sois de primavera, amantes,
de tierra y agua y viento y sol tejidos.
La sierra en vuestros pechos jadeantes,
en los ojos los campos florecidos,

pasead vuestra mutua primavera,
y aun bebed sin temor la dulce leche
que os brinda hoy la lúbrica pantera,
antes que, torva, en el camino aceche.

Caminad, cuando el eje del planeta
se vence hacia el solsticio del verano,
verde el almendro y mustia la violeta,

cerca la sed y el hontanar cercano,
hacia la tarde del amor, completa,
con la rosa de fuego en vuestra mano.

Antonio Machado

Soneto II (A Giomar)

De mar a mar entre los dos la guerra,
más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,

miras hacia otro mar, la mar de España
que Camoens oantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mí me duele tu recuerdo, diosa.

La guerra dio al amor el tajo fuerte.
y es la total angustia de la muerte,
con la sombra iracunda de tu llama

y la soñada miel de amor tardío,
y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte frío.

Antonio Machado

Huye del triste amor, amor pacato...

Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.

Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.

Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.

Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Despierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!

Antonio Machado

Por qué, decisme, hacia los altos llanos...

¿Por qué, decisme, hacia los altos llanos,
huye mi corazón de esta ribera,
y en tierra labradora y marinera
suspiro por los yermos castellanos?

Nadie elige su amor. Llevome un día
mi destino a los grises calvijares
donde ahuyenta al caer la nieve fría
las sombras de los muertos encinares.

De aquel trozo de España, alto y roquero,
hoy traigo a ti, Guadalquivir florido,
una mata del áspero romero.

Mi corazón está donde ha nacido,
no a la vida, al amor, cerca del duero...
¡El muro blanco y el ciprés erguido!

Antonio Machado

Yo os prometí mi libertad querida...

Yo os prometí mi libertad querida,
no cautivaros más, ni daros pena;
pero promesa en potestad ajena,
¿cómo puede obligar a ser cumplida?

Quien promete no amar toda la vida
Y en la ocasión la voluntad enfrena,
saque el agua del mar, sume su arena,
los vientos pare, lo infinito mida.

Hasta ahora con noble resistencia
las plumas corto a leves pensamientos
por más que la ocasión su vuelo ampare.

Pupila soy de amor; sin su licencia
no pueden obligarme juramentos.
Perdonad, voluntad, si los quebrare.

Tirso de Molina

Con el dolor de la mortal herida...

Con el dolor de la mortal herida,
de un agravio de amor me lamentaba,
y por ver si la muerte se llegaba
procuraba que fuese más crecida.

Toda en el mal el alma divertida,
pena por pena su dolor sumaba,
y en cada circunstancia ponderaba
que sobraban mil muertes a una vida.

Y cuando, al golpe de uno y otro tiro
rendido el corazón, daba penoso
señas de dar el último suspiro,

No sé con qué destino prodigioso
volví a mi acuerdo y dije: qué me admiro?
Quién en amor ha sido más dichoso?

Sor Juana Inés de la Cruz

Que no me quiera Fabio al verse amado...

Que no me quiera Fabio al verse amado
es dolor sin igual, en mi sentido;
mas que me quiera Silvio aborrecido
es menor mal, mas no menor enfado.

¿Qué sufrimiento no estará cansado,
si siempre le resuenan al oído,
tras la vana arrogancia de un querido,
el cansado gemir de un desdeñado?

Si de Silvio me cansa el rendimiento,
a Fabio canso con estar rendida:
si de éste busco el agradecimiento,

a mí me busca el otro agradecida:
por activa y pasiva es mi tormento,
pues padezco en querer y ser querida.

Sor Juana Inés de la Cruz

Feliciano me adora y le aborrezco...

Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco:

a quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro
y al que le hace desprecios enriquezco;

si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido
y al padecer de todos modos vengo;

pues ambos atormentan mi sentido;
aquéste con pedir lo que no tengo
y aquél con no tener lo que le pido.

Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja, busco amante...

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.

Sor Juana Inés de la Cruz.

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba...

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

Sor Juana Inés de la Cruz

martes, mayo 23, 2006

Lo que dejé por ti

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

Rafael Alberti

A la línea

A ti, contorno de la gracia humana,
recta, curva, bailable geometría,
delirante en la luz, caligrafía
que diluye la niebla más liviana.

A ti, sumisa cuanto más tirana
misteriosa de flor y astronomía
imprescindible al sueño y la poesía
urgente al curso que tu ley dimana.

A ti, bella expresión de lo distinto
complejidad, araña, laberinto
donde se mueve presa la figura.

El infinito azul es tu palacio.
Te canta el punto ardiendo en el espacio.
A ti, andamio y sostén de la pintura.

Rafael Alberti

Ven

Ven, mi amor, en la tarde de Aniene
y siéntate conmigo a ver el viento.
Aunque no estés, mi solo pensamiento
es ver contigo el viento que va y viene.

Tú no te vas, porque mi amor te tiene.
Yo no me iré, pues junto a ti me siento
más vida de mi sangre, más tu aliento,
más luz del corazón que me sostiene.

Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.
Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,
aún yéndote, mi amor, jamás te irías.

Es tuya mi canción, en ella estoy.
Y en ese viento que va y viene voy,
y en ese viento siempre me verías.

Rafael Alberti

Por allí, hondo, una humedad ardiente...

Por allí, hondo, una humedad ardiente;
blando, un calor oscuro el que allí hervía;
sofocado anhelar el que se hundía,
doblándose y muriendo largamente.

Labios en labios que no ataca diente;
Lengua en garganta que se corta, umbría;
Áspero alrededor, fiera porfía
Por morder lo imposible de la fuente.

Fiera porfía, ya que ni a la hembra
Más hembra ni al varón más varón dieron
Otra cumbre que ser sembrado y siembra.

Pues lo demás, ¡oh cuerpos desvelados!,
Son fulgores que al alba se perdieron
En un súbito arder, desesperados.

Rafael Alberti

Te digo adiós, amor

Te digo adiós, amor, y no estoy triste.
Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,
un solo beso lento y prolongado
que se truncó en dolor cuando partiste.

No supiste entender, no comprendiste
que era un amor final, desesperado,
ni intentaste arrancarme de tu lado
cuando con duro corazón me heriste.

Lloré tanto aquel día que no quiero
pensar que el mismo sufrimiento espero
cada vez que en tu vida reaparece

ese amor que al negarlo te ilumina.
Tu luz es él cuando mi luz decrece,
tu solo amor cuando mi amor declina.

Rafael Alberti

Campo de batalla

Nace en las ingles un calor callado,
como un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
dobla sin agua, vivo y agotado.

Crece en la sangre un desasosegado,
urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
rompe su sueño en la raíz mojado.

Salta la tierra y de su entraña pierde
savia, veneno y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.

La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gane la partida,
todo es un campo alegre de batalla.

Rafael Alberti

El que fuere dichoso será amado...

El que fuere dichoso será amado
y yo en amor no quiero ser dichoso,
teniendo mi desvelo generoso
a dicha ser por vos tan desdichado.

Sólo es servir, servir sin ser premiado;
cerca está de grosero el venturoso;
seguir el bien a todos es forzoso,
yo sólo sigo el bien sin ser forzado.

No he menester ventura para amaros;
amo de vos lo que de vos entiendo,
no lo que espero, porque nada espero;

llévame el conoceros a adoraros;
servir más, por servir, sólo pretendo;
de vos no quiero más que lo que os quiero.

Conde de Villamediana

Cuando me trato más, menos me entiendo...

Cuando me trato más, menos me entiendo,
hallo razones que perder conmigo,
lo que procuro más, más contradigo
con porfiar y no ofender sirviendo.

La fe jamás con la esperanza ofendo;
desconfiando más, menos obligo;
el padecer no puede ser castigo,
pues sólo es padecer lo que pretendo.

De un agravio, señora, merecido
siempre será remedio aquel tormento
que cuanto mayor es, más se procura.

Porque para morir agradecido
basta de vos aquel conocimiento
con que nunca eché menos la ventura.

Conde de Villamediana

Determinarse y luego arrepentirse...

Determinarse y luego arrepentirse;
empezar a atrever y acobardarse;
arder el pecho y la palabra helarse;
desengañarse y luego persuadirse.

Comenzar una cosa y advertirse;
querer decir su pena y no aclararse;
en medio del aliento desmayarse,
y entre el amor y el miedo consumirse.

En las resoluciones detenerse;
hallada la ocasión no aprovecharse,
y perdido de cólera encenderse.

Y sin saber por qué, desvanecerse:
efectos son de amor; no hay que espantarse,
que todo del amor puede creerse.

Conde de Villamediana

Al pico de Peñamellera-Desde el Cares(III)

Tus rocas son los clásicos sillares
de un terrible y ciclópedo momento
que confunde, en feroz hacinamiento
truncados fustes, cúpulas y altares.

Tu cumbre erizan flechas y pilares
que horadan el azul del firmamento;
tu melena de nubes peina el viento
y a tus pies amorosos, besa el Cares.

En la noche es tu cresta ola sombría
que el cielo asalta en fiera rebeldía
y son lenguas de roca sus dentellas

que en silencioso idioma a las estrellas
preguntan con su pálida porfía
el secreto que ocultan sus centellas.

Félix Gavito Pedregal

Te hiciste de silencio (III)

Desde entonces te sueño al despertar,
y te busco en la gélida mañana
cuando viene a posarse en mi ventana
tu ausencia y el recuerdo azul del mar.

Ahora sin ti es difícil respirar,
y se hace interminable la semana
sin escuchar tu voz... ya tan lejana,
tan distante de mi alma y de mi hogar.

Y hoy te escribo estas letras silenciosas
para decirte adiós... pero aún así,
como miles pequeñas mariposas

acudirán las lágrimas a mí,
recordándome todas esas cosas
que sonreír me hicieron junto a ti.

Issire(Diana Rodrigo)

domingo, mayo 21, 2006

Tu mirada

Me acaricia el amor de tu mirada,
me besas con tus ojos hasta el fondo;
perforas mucho más que lo más hondo
pues tu mirar de miel es una espada,

que envaina la tristeza en alegría,
que rompe las cadenas, que de pronto
es un sentir pletórico y redondo
y es todo lo que falta todavía.

Buscándome en tus ojos he sentido
la certeza de al fin, haber hallado
el puro manantial, el perseguido,

aquel sueño de amor ilimitado.
Las piedras del camino no han podido
privarme de vivir enamorado.

E.J. Malinowski

¿Título?

Si para recordar lo recordado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado.

Si para estar ahora enamorado
fué menester haber herido
tengo por bien sufrido lo sufrido
tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprendido
que no se goza bien lo gozado
sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprobado
que lo que tiene el árbol de florido
vive de lo que tiene sepultado.

Francisco Bermúdez

viernes, mayo 19, 2006

Con el alma desnuda

Sobre el arco de espuma de la cala,
sostenida del cielo una gaviota,
contempla la hermosura de esa gota
que el pecho con dulzura te resbala.

Y lleva agua tu piel por toda gala,
de sal, como un licor de luna rota
que apura, entre frenética y devota,
mi boca que te prueba y que te exhala.

Así, de arena y sal, de carne y boca,
de piernas enlazadas en la espuma,
la piel desnuda al alma, hasta la toca,

haciendo apostasía de la suma.
Y ruge el corazón que desemboca
al vértice de amor que en ti se inhuma.

Diego Jerez

Mirando aquel almendro deshojado

Mirando aquel almendro despojado
de flores, como un viejo sin camisa,
me vino al corazón una sonrisa,
y al labio me acudió un suspiro ahogado.

Mirando aquel almendro deshojado,
dejado de la mano de Artemisa,
sentí de una ilusión la punta incisa,
pasándome con ímpetu el costado.

Así pensé, si el tronco retorcido,
vencido y ceniciento, alberga vida,
si puede florecer un esqueleto,

tal vez, pueda mi espíritu abatido,
dejar que cicatrice al fin la herida,
logrando que te olvide por completo.

Diego Jerez

Cuando amaba

Cuando amaba, en la noche el jazminero
silencioso de algún jardín vecino,
a lomos del levante cristalino,
volaba hasta tus párpados ligero.

Cuando amaba, un susurro pasajero
de azahares besaba en remolino
las ondas de tu acento femenino,
retándome a besarlas yo primero.

Ahora gritan, desnudos de jazmines,
jazmineros marchitos como rocas.
Se han tornado en cigarras los violines...

Y no tiembla mi piel cuando la tocas
buscándome con ansia en los jardines.
Nos sobran ya las manos y las bocas.

Diego Jerez

Tu nombre es el prefijo de la ausencia

Tu nombre es el prefijo de la ausencia,
dos sílabas hermosas y dolientes,
forjadas por los hados inclementes,
que hicieron de tu nombre una advertencia.

Así desde tu cuna la sentencia,
como un rumor de trágicas simientes,
se alzaba a contemplar las diferentes
caricias de mi amor de adolescencia.

La noche se me adentra como un clavo
herrumbroso de amargas soledades,
pensando en como el tiempo te desgrana.

Y yo que en ti empecé sin ti me acabo
perdido en el dolor de mis verdades:
Vivir sin ti es morir cada mañana.

Diego Jerez

El silencio

Si en la noche callase el agua brava
la furia que derrama su oleaje,
o el trueno silenciase su lenguaje
de hierros que las orbitas socava.

Si el eco de la herrumbre de la aldaba
quedase prisionero de su herraje,
¿Qué fuera sino un pálido homenaje
del fúnebre silencio que me grava?

No alcanza el corazón a alzar mi lengua,
profunda y temerosa en tu presencia.
Del hueco de mi voz no brota nada.

Si el ánimo florece, el verbo mengua,
ahogándome en su afónica estridencia.
¡Hablar quisiera, Dios, con la mirada!

Diego Jerez

El paso herido

Las tardes se dilatan en mis ojos
como un tropel de fúnebres albores,
y riegan mis pupilas los sudores
de sal del alma triste y sus despojos.

Y voy juntando penas a manojos,
atento siempre y justo a mis labores,
aprendo a persistir en mis errores,
burlado por la vida y sus antojos.

Así mi paso busca en el camino
la piedra más aguda y descarnada
al pie que es pretendido por la arista .

Y nunca elude heridas mi destino,
que a fuerza de sangrar tengo manchada
la senda siempre en púrpura amatista.

Diego Jerez

Dolor común

Cállate, corazón, son tus pesares
de los que no deben decirse, deja
se pudran en tu seno; si te aqueja
un dolor de tí solo no acíbares

a los demás de sus hogares
con importuno grito. Esa tu queja,
siendo egoista como es, refleja
tu vanidad, no más. Nunca separes

tu dolor del común dolor humano
busca el íntimo aquel en que radica
la hermandad que te liga con tu hermano,

el que agranda la mente y no la achica;
solitario y carnal es siempre vano;
sólo el dolor común nos santifica.

Miguel de Unamuno

Indolencia

A pesar de mí misma te amo; eres tan vano
como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo:
" ¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo;
no te vendas a nada, ni a un perfil de romano".

Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano,
de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo
vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo
más dulce te envolviera, buscando boca y mano.

¿Salomé revivida? Son más pobres mis gestos.
Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos.
Yo soy la que incompleta vive siempre su vida.

Pues no pierde su línea por una fiesta griega
y al acaso indeciso, ondulante, se pliega
con los ojos lejanos y el alma distraída.

Alfonsina Storni

LXVI

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.

Te quiero sólo porque a tí te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego.

Tal vez consumirá la luz de enero,
su rayo cruel, mi corazón entero,
robándome la llave del sosiego.

En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

Pablo Neruda

jueves, mayo 18, 2006

El recuerdo

De aquel poeta joven que se murió de frío
cuando la Primavera preludiaba el Verano
yo conservo el recuerdo que me diera su mano
una tarde paseando por la orilla del río.

Es un jazmín, me acuerdo que lo robara impío
sangrándose las manos en alambre tirano
y me lo dio después con un gesto de hermano
cariñoso y sereno para el cabello mío.

No nos amamos nunca. Él se fue a los países
de donde no se vuelve. Murieron los matices
de la flor que conservo amarilla y rugosa.

¡Pero suelo besar esa flor marchitada
con toda la tristeza que leí en su mirada
el día que iniciara la marcha tenebrosa!...

Alfonsina Storni

Voz de mí

No sé como mirar para encontrarte,
horizonte de amor en que me excito,
distancia sin medida donde habito
para matar las ansias de tocarte.

No sé como gritar para llamarte
en medio de mis siglos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.

Mirar sin que te alcance la mirada
sangrar sin la presencia de una herida,
llamarte sin oírme la llamada;

y atado al corazón que no te olvida,
ser un muerto que tiene por morada
un cuerpo que no vive sin tu vida.

Elias Candino

Mejora mía:

No sé como mirar para encontrarte,
horizonte de amor en que me excito,
distancia sin medida donde habito
para matar las ansias de tocarte.

No sé como gritar para llamarte
en medio de mis siglos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.

Mirar sin que te alcance la mirada
sangrar sin la presencia de una herida,
llamarte sin oírme la llamada;

encontrar la esperanza ya perdida
dentro de la mujer enamorada
de un muerto que no vive sin tu vida.

Arriaz!

Soneto XIII

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

Garcilaso de la Vega

Introducción

Nadie escuche mi voz y triste acento,
de suspiros y lágrimas mezclado,
si no es que tenga el pecho lastimado
de dolor semejante al que yo siento.

Que no pretendo ejemplo ni escarmiento
que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído y no aliviado
de un firme amor el justo sentimiento.

Juntóse con el cielo a perseguirme
la que tuvo mi vida en opiniones
y de mí mismo a mí como en destierro.

Quisieron persuadirme las razones
hasta que en el propósito más firme
fue disculpa del yerro el mismo hierro.

Conde de Villamediana

Una canción

Una canción redime al condenado,
sin padrinos, sponsors, club de fanes,
para los trenes, desenfada el fado,
matusalenes torna en piterpanes.

Con tres acordes menos uno basta
para plantar un árbol que germine,
luego puede venir, o no, la pasta,
Johnny Cash no contaba con el cine.

Atención a la flecha que deshiere,
que acecha el corazón de quien no quiere
dejarse malquerer talón mediante.

Una canción es otra despedida,
un rayo en la sonata de la vida,
un gallo en la garganta del cantante.

Joaquín Sabina

Puntos suspensivos

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoquera los archivos.

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…

Joaquín Sabina

Indecisión

In quietarse, temer, no resolverse;
hallada la ocasión, no aprovecharse;
retorceder medroso y espantarse
de aquello que desea poseerse.

Al mirar la ilusión desvanecerse,
en febriles deseos abrasarse,
cobrar de nuevo aliento y arriesgarse
y en medio del camino detenerse.

El esfuerzo de ayer, ver hoy desecho,
y gemir contemplando aprisionada
la firme voluntad en lazo estrecho.

Contradicción fatal nunca explicada;
arder el corazón dentro del pecho
y en los labios la voz quedarse helada.

T.Senderos

¿Título?

¿Estoy despierto? Dime. Tú que sabes
como hiere la luz, cómo la vida
se abre bajo la rosa estremecida
de la mano de Dios y con qué llaves,

dime si estoy despierto, si las aves
que ahora pasan son cifra de tu huida,
si aún en mi corazón, isla perdida,
hay un lugar para acercar tus naves.

Ángel mío, tesón de la cadena,
tibia huella de Dios, reciente arena
donde mi cuerpo de hombre se asegura,

dime si estoy soñando cuanto veo,
si es la muerte la espalda del deseo,
si es en ti donde empieza la hermosura.

José García Nieto.

¿Título?

Tengo estos huesos hechos a las penas
y a las cavilaciones estas sienes:
pena que vas, cavilación que vienes
como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas,
voy en este naufragio de vaivenes
por una noche oscura de sartenes
redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio
si no es tu amor, la tabla que procuro,
si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio
de que ni en ti siquiera estoy seguro,
voy entre pena y pena sonriendo.

Miguel Hernández.

¿Título?

Arder en viva llama, helarme luego,
mezclar fúnebre queja y dulce canto,
equivocar la risa con el llanto,
no saber distinguir nieve ni fuego.

Confianza y temor, ansia y sosiego,
aliento del espíritu y quebranto,
efecto natural, fuerza de encanto,
ver que estoy viendo y contemplarme ciego;

la razón libre, preso el albedrío,
querer y no querer a cualquier hora,
poquísimo valor y mucho brío;

contrariedad que el alma sabe e ignora,
es, Marsia soberana, amor mío,
¿Preguntáis quién lo causa? Vos, Señora.

Eugenio Gerardo Lobo.

El poeta dice la verdad

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llante y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiere me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

Federico García Lorca.

miércoles, mayo 17, 2006

Definiendo el amor

Es hielo abrasador, es fuego helado;
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien,un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo;
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.

Francisco de Quevedo

A Cristo crucificado

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amra,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No tienes que me dar porque te quiera;
pues aunque cuanto espero no esparara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Anónimo

La noche soleada

La noche se deshace en realidad
dejando una preciosa melodía,
que va cayendo al alma día a día
desde la más oscura soledad.

La noche va tejiendo en la ciudad
sucesos que nos hacen compañía,
ocultos en la cruel melancolía,
cercanos a la plena honestidad.

Sucesos de silencio, aire, arena…
desembocan en otra madrugada
con el dolor hiriente de la pena.

Y tras dejar atrás a la alborada,
y abrirse en el espacio nueva escena
queda una hermosa tarde soleada.


Pandora (Issire & Arriaz!)

Vida

Despues de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito "¡Todo!", y el eco dice "¡Nada!"
Grito "¡Nada!", y el eco dice "¡Todo!"
Ahora sé que la nada lo era todo
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y, que en definitiva, era la nada).

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

José Hierro

Soneto al soneto

Para hacer un soneto me someto
al yugo de sus leyes terminantes
y con catorce lazos rutilantes
catorce veces la expresión sujeto.

Ya cincelado su primer cuarteto
engarzo cuatro afines consonantes
en los endecasílabos brillantes
de otra estancia y emboco en un terceto.

Ya entré.¡Avante! Lo grave es la salida.
Una frase lacónica es preciso
que al terceto final vaya prendida.

Salvaré, como pueda, el compromiso.
Verbigracia: el soneto es la bruñida
piedra de toque del decir conciso.

Félix Gávito Pedregal.

14 versos: un soneto

Queda este soneto como introducción:

Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.


Lope Félix de Vega y Carpio